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Nací en la Ciudad de Buenos Aires, el 24 de julio de 1977. Soy Licenciado en Sociología UBA 2008. Brindo apoyo profesional en el Ministerio de Salud de la Nación para el Servicio Nacional de Rehabilitación, en el Departamento de Sistemas de Información. Enseño Historia y Sociología General. Y en este espacio, expreso mis ideas políticas; a veces, con objetividad, muchas veces de forma pasional.

viernes, 24 de febrero de 2012

Algo se ha roto...


El resquebrajamiento de la sociedad argentina. Palabras sobre la tragedia.

No voy a ahondar en los terribles hechos de los que fuimos testigos durante los últimos días. Todos sabemos lo que pasó. Todos escuchamos lo que se dijo. Todos queremos escuchar lo que aún no se ha dicho. Antes de continuar quiero recordarles cuál es el sentido de este blog: “en este espacio, expreso mis ideas políticas; a veces, con objetividad, muchas veces de forma pasional”, tal como reza el encabezado. No solo se los recuerdo, sino que me lo repito, con el objeto de lograr abordar este tema tan doloroso.

Mi posición al respecto, es consecuente con lo que se expresa cotidianamente en este espacio: se requiere para la profundización de este proyecto político, que se intervenga en cuanto sea posible, en la situación del transporte público nacional. Mi postura personal, es la necesidad de arbitrar los medios para la reestatización del transporte ferroviario, con la participación de los trabajadores, hasta normalizar el calamitoso estado actual. Lógicamente es una postura casi irreflexiva. Pero durante estos días, ¿quién tuvo momentos para reflexionar sobre una catarata de especulaciones morbosas y de celebraciones impúdicas? Es por eso que tomo el derecho a expresarme de manera inmediata, que es lo que critico desde siempre.

Dicho esto, quiero pasar a un estado reflexivo, analítico, casi diría filosófico, con todo el respeto del mundo a quienes ejercen esa bellísima profesión, que es la filosofía. Y mi propuesta parte desde la siguiente premisa o hipótesis si se quiere: la última tragedia ferroviaria que culminó violentamente con la vida de 50 personas y dejó infinidad de heridos, no solo forma parte de una cadena de responsabilidades que incluyen al poder político, al empresariado, a la desinversión, la falta de control, la falla humana y a toda la diversidad de cartas barajadas por la opinión pública, sino que desnuda un profundo resquebrajamiento en los lazos sociales de nuestra comunidad.

Es posible pensar, sentir, develar, que algo está roto entre los argentinos. No me atrevo a aventurar una respuesta inmediata que indique qué es lo que se rompió. Pero existen algunos parámetros que pueden ayudarme y tal vez con la mejor de las intenciones, ayudar al lector, a comprender parte o partes del problema que propongo.

En la etapa que sigue se delinearan los responsables, se pasará por instancias diversas en las que veremos por un tiempo, un importante enredo entre especialistas, políticos, usuarios, empresarios, periodistas, opinólogos, familiares, y otros actores, entre los que se intentará determinar qué fue realmente lo que sucedió. Porque lo cierto es que aún no se han determinado las causas de la tragedia. Esto nos invita al menos, a la prudencia de la espera de los acontecimientos. Pero no. No es así. Algo nos ha pasado, decía, para que estemos pegados al televisor, horrorizados, sin cuestionarnos absolutamente nada, cuando tenemos ante nosotros a un reconocido periodista, que en medio de tanta muerte, acusa sin pelos en la lengua, a un dirigente gremial de suicida; él y sus compañeros; o cuando vemos a un periodista de un programa de espectáculos matutino, pidiéndole a un sobreviviente en shock que se detenga a contarle detalles de los muertos, si es que los ha visto; o periodistas desencajados pidiendo la cabeza del maquinista; o funcionarios del gobierno, esforzándose en teorías obtusas y desnudando, una vez mas, una incapacidad innata para cumplir con la función que se les asignó; o empresarios a los que el calificativo de inescrupulosos ya no les cabe entre tanta inmundicia que destilan. Algo nos ha pasado. Nos quedamos pasmados ante las imágenes y automáticamente pasamos a expresarnos. Y lo hacemos en foros, twitter, o en facebook, o a través de un teléfono móvil inteligente. Y discutimos, peleamos, insultamos, ponemos carteles sintéticos, slogans, y sentimos que hacemos lo que queremos, por eso somos libres y si somos libres podemos hacer lo que queremos y decir lo que queremos e inventar lo que queremos, y al otro día volvemos a la foto cotidiana, a encerrarnos; o investigamos, porque hoy todos somos periodistas, todos somos sociólogos, todos somos maquinistas, todos somos victimas; y googleamos, porque ahí está la verdad, a tu alcance, a mi alcance, al alcance de todos porque hay miles de verdades pero creemos solo en algunas: en las que puedan reproducirse sintética e irreflexivamente a través de cualquier dispositivo de tecnología audiovisual. Una vez superado este éxtasis inicial, sentimos que ayudamos, que participamos, que no nos hemos quedado callados. Satisfacción particular, individual, privada. Pero los muertos son despedidos por sus familiares. Y queda alguno por buscar o alguno por identificar, y la tragedia se nos empieza a ir de las manos. Se nos diluye. Como el lazo social resquebrajado que no se sostiene.

 La participación social en la resolución de situaciones límite está desgastada y a punto de quebrarse. Las situaciones sociales conflictivas, se resuelven de acuerdo con las condiciones de posibilidad de control y acceso a los dispositivos tecnológicos de comunicación audiovisual en cualquiera de sus formatos. Estamos ante una profunda transformación en el desarrollo de la comunicación, y en un momento histórico, donde se ponen en juego los espacios de legitimidad adquiridos por los diversos actores. Por ejemplo, es legítima la opinión sobre la minería de cualquier periodista, de cualquier medio de comunicación; pero no lo es, si quien trasmite opinión, es trabajador delegado gremial de una mina. Todo será legítimo, en tanto no perturbe el espacio privado de individualidad al que nos estamos sometiendo como sociedad, y mientras no esté teñido de política, porque en ese caso ya no es creíble, se dice. Todo se sintetiza en los medios. Solo opina el “independiente”, los demás militamos, queremos hacer política. Satisfacción particular, individual, privada. Pero los muertos son despedidos por sus familiares. Y queda alguno por buscar o alguno por identificar, y la tragedia se nos empieza a ir de las manos. Se nos diluye. Como el lazo social resquebrajado que no se sostiene.

La masturbación impúdica de quienes esperaban una tragedia como esta para ir deliberadamente contra el gobierno, es otra muestra del resquebrajamiento de nuestra sociedad. La estupidez y la manifiesta ignorancia de algunos, produce una gran frustración a quiénes creemos en la posibilidad de dar debates profundos para el mejoramiento de la sociedad. Hay que reconocer que el gobierno, no atraviesa por su mejor momento en términos de comunicación y permite que sus funcionarios hagan agua en cada intervención, alimentando ese silo obsceno en donde se guardan algunos, sus trucos y chicanas para destilar odio y postergar cualquier oportunidad de entablar una discusión provechosa. He aquí como la participación social, elemento primario para la consolidación democrática, se ve prácticamente anulada. Es esto y nada más. Es arremeter como búfalos para luego, descansar y esperar la próxima.

Se nos rompió el imaginario social que nos brindaba la posibilidad de reunir las ideas para cambiar el mundo. Se nos rompieron las utopías. Se nos rompió la política, y algunos queremos reconstruirla. Somos una sociedad que tardó mas 30 años en llevar a juicio a quienes nos quitaron las herramientas para forjar esos principios fundamentales: ganas de participar, de cambiar siempre que se pueda, de soñar con un país mejor, de formar militantes políticos, sociales, culturales que lleven adelante las banderas de las luchas mas nobles de nuestra historia popular, las ganas de que cada uno de nosotros exista un ideal. ¿Porqué militancia es una mala palabra y quién milita hoy es tratado por poco menos que un delincuente? ¿Será esta una de las causas por las que hoy asistimos totalmente pasivos, ante la muerte de 50 compatriotas, trabajadores, madres, padres, hijos, abuelos? Quién sabe.

Mientras, solo apelamos a una satisfacción particular, individual, privada. Pero los muertos son despedidos por sus familiares. Y queda alguno por buscar o alguno por identificar, y la tragedia se nos empieza a ir de las manos. Se nos diluye. Como el lazo social resquebrajado que no se sostiene.

Recuerdo el momento de la estatización de las AFJP; recuerdo a una oposición azorada con la medida; recuerdo la terminología utilizada sobre seguridad jurídica, libre empresa, credibilidad, previsibilidad, para la defensa corporativa de esas empresas. Recuerdo, que algunos, celebramos tamaña patriada: recuperar los fondos para el estado nacional. Recuerdo que otros, nos decían que queríamos ser Cuba o Venezuela, o que queríamos negocios para el estado, a tono de crítica. Recuerdo los medios informativos que defendieron con el cuchillo entre los dientes una política privada que ponía en jaque el destino de los fondos previsionales de millones de argentinos junto con la decadencia financiera internacional. Recuerdo que la palabra reestatización, nacionalización, expropiación, a muchos les provoca diarrea. Y sostengo lo mismo, hoy, es necesaria una profundización del modelo, que tenga su eje en el combate definitivo contra la pobreza, y que tenga entre sus herramientas elementales, la posibilidad de reestatizar, expropiar y nacionalizar, todo aquello que atente contra los intereses del pueblo argentino; no solo eso, sino que coordine dichas actividades con la participación necesaria de los trabajadores, vector indispensable para el desarrollo de una revolución social.  Si hoy los argentinos, en su mayoría, estamos de acuerdo en ese sentido, debemos estar movilizados y pedir que esto se haga cuanto antes. Pero la participación está rota, no nos dejemos engañar. Quienes vamos a continuar esta demanda justa, somos los mismos de siempre. Porque gran parte de la ciudadanía ya utilizó la tragedia, para lo que se le antojó. Satisfacción particular, individual, privada. Pero los muertos son despedidos por sus familiares. Y queda alguno por buscar o alguno por identificar, y la tragedia se nos empieza a ir de las manos. Se nos diluye. Como el lazo social resquebrajado que no se sostiene.

Existen responsables que serán juzgados, se tomarán medidas contra la empresa concesionaria, se juzgará a quien corresponda y caerán quienes tengan que caer. Luego, los formadores de opinión verán que el tema ya no rinde, y pasarán a otro nivel de obscenidad. Y la gente volverá a decir que la política no le interesa y repetirá el sentido común dominante al respecto, y el día de mañana si se reabre la causa de la Tragedia de Once, muchos dirán “Porqué siempre vivimos en el pasado” y olvidarán la satisfacción particular, individual y privada de aquel entonces. Porque los muertos ya fueron enterrados por sus familiares. Y quedó alguno por buscar o alguno por identificar, y la tragedia se nos fue de las manos. Se nos escapó. Y con ella la posibilidad de reinventarnos como sociedad reconstituyendo los lazos sociales que alguna vez, dicen, hicieron de esta, una Gran Nación.

Fuerza todos.

viernes, 17 de febrero de 2012

Para hablar sobre represión....

La reaparición pública del genocida condenado a prisión perpetua, J. R. Videla, y su consecuente reivindicación de la feroz dictadura genocida desatada en nuestro país a partir del 24 de marzo de 1976, le brinda un marco discursivo a un sentido común histórico, reproducido por determinados sectores de la población: me refiero a aquellos, que realizan un esfuerzo denodado para reinstalar en el menor tiempo posible, la ampliamente refutada Teoría de los Dos Demonios, surgida en la década de los 80 al calor de las acciones de investigación sobre las denuncias de desaparición de personas (el juicio a las juntas, CONADEP, Nunca Mas, etc.)

Para sacarnos rápidamente de encima los elementos contaminantes de dicha teoría, volvamos a nuestros días e invoquemos los sucesos recientes en términos de las Investigaciones y los Juicios de Lesa Humanidad, que se aplican sobre los circuitos criminales desplegados por los genocidas: esta última calificación, no se trata de un insulto como lo fuera antaño, sino que se ajusta perfectamente a estas figuradas condenadas, y es la adjetivación mas extensamente  aceptada en nuestra sociedad actual, gracias a la incansable lucha en torno a la construcción, consecución e instalación de Memoria, de Verdad y de Justicia, liderada desde el inicio, por todos los organismos de Derechos Humanos que conocemos.

Aceptando lo escrito, intentemos realizar un ejercicio que nos obliga a estar alertas, pues estas conquistas no deben quedar en la pasividad histórica del anhelado reconocimiento a las luchas de quienes nos precedieron, sino que deben concretarse como inspiración movilizante para todos aquellos a los que nos interesa desarrollar estrategias y desplegar mecanismos, para lograr una sociedad, como siempre digo, igualitaria, justa y soberana. El hecho de mantener claramente movilizados a todos los que nos involucramos de una u otra manera en estas cuestiones, no es solo una invitación a sostener estas reivindicaciones vigentes, sino que responde a algo mas concreto todavía: aún no se ha logrado desmantelar, ni neutralizar la acción de los resabios mas recalcitrantes de la dictadura. Varios ejemplos tenemos de esto que digo. Basta con mirar las expresiones de ciertos sectores de la prensa a través de los recortes y comentarios que realizan sobre las declaraciones del genocida Videla; basta con recorrer ciertos portales, blogs, revistas, etc., que reivindican abiertamente lo ocurrido en esos años y que solicitan el juicio a aquellos militantes con pasado en las organizaciones armadas de la tendencia revolucionaria (Revista Cabildo, La historia Paralela, etc.); basta con ver el regocijo de algunos foristas, por ejemplo, al enterarse de la delicada situación de un icono de la lucha por los derechos humanos como es el Dr. Eduardo Luis Duhalde (el Duhalde bueno, como decimos algunos); basta con ver a este hombre, siendo amenazado en vivo y en directo por uno de estos alfiles progenocidas como es Cecilia Pando; basta con entrar en internet y recorrer notas como por ejemplo de Cosme Becar Varela , o Luz García  Hamilton, analizando la crisis del hombre por alejarse de la iglesia para uno, o reivindicando tras su muerte al genocida y torturador implacable de D. Bussi.
A través de estos ejemplos llegamos a la reaparición pública de Videla en un medio español, gestionada por un periodista de esa nacionalidad, que sostiene que todo el mundo tiene derecho a expresarse. Sus dichos y reivindicaciones, no hacen más que brindarnos la oportunidad de comprender el valor actual fundamental que tiene la continuidad de las investigaciones y los juicios por delitos de lesa humanidad. No fue hace mucho tiempo cuando el genocida Astíz, sostuvo que él está preparado para matar y si no lo hace, es porque no quiere. No fue hace mucho que desapareció Julio López, luego dejar un testimonio que será difícil de olvidar. Y es ahora, cuando las fuerzas de seguridad, paradójicamente se encuentran en una encrucijada ante la sociedad. El constante machaque mediático sobre una serie de policías que murieron cumpliendo su deber, el interminable discurso sobre la inseguridad, y la actuación ilegítima de las fuerzas de seguridad en intervenciones frente a la protesta social, nos obliga a defender lo hasta ahora realizado y conseguido. Porque, entonces aparece ese sentido común bien estructurado en el seno de la sociedad, demostrando su vigencia: vuelven el miedo, el terror, y juntos, producen el envalentonamiento en este caso de las fuerzas armadas. Recuerdo a Néstor Kirchner, desinflando casi sin esfuerzo al Gobernador Scioli, cuando este se quejaba por “tener las manos atadas” en la lucha contra el delito, y me pregunto, ¿si se las “desataban” qué tenía pensado hacer?. Esto demuestra como dentro mismo del movimiento, se precisa de liderazgo permanente para evitar desbordes autónomos de dirigentes que ven con añoranza algún desalojo de ruta violento.

Este movimiento gobernante ha refrenado y combatido abiertamente la represión de la movilización social; algunos dicen que no es así; yo sostengo que sí, y me baso simplemente en que, en el año 2001, en las jornadas de diciembre, fueron asesinados por las fuerzas represivas mas de 30 personas que protestaban. Hoy la policía no puede reprimir llevando sus armas reglamentarias. Si lo hace, incurre en un delito que debe ser investigado. Hasta ahí lo que debería ser. Pero no festejemos de antemano: las fuerzas de seguridad en muchos casos, aún presentan estructuras amparadas en los lineamientos mas ortodoxos de la última dictadura genocida; recuerden, que se intenta establecer actualmente, la importancia, para nada meramente nominal, de conceptualizar dicha masacre, como genocidio en manos de un aparato cívico militar. Se trata entonces, permanentemente desde hace muchos años, de investigar muchas estructuras combinadas que operan actualmente dentro las instituciones de seguridad y que aun no han podido ser removidas ni desarticuladas. Videla en sus declaraciones, no hace más que confirmar esto que sostengo.

Por eso y para no extenderme mas de la cuenta, le doy la bienvenida a quien se interese, legítima y lealmente, en la actualidad por llegar al fondo de aquellas cuestiones que envuelvan a las fuerzas de seguridad, que aún en democracia y bajo un gobierno que les impuso limitaciones en su intervenir y proceder, continúan sosteniendo estructuras montadas en los años del genocidio. Jueces, comisarios, oficiales de alto rango, civiles, que aún escapan a la justicia desplegada con el fin de desmantelar definitivamente la estructura represiva mas nefasta de nuestra historia. Nos un reto sencillo, pero este gobierno lo aceptó. Y al hacerlo, se hace cargo de sus costos y beneficios.

Para muchos, para mí, es el camino para la desarticulación de este entramado que aún hoy tiene sus fieles referentes, dispuestos a dar pelea por su mantenimiento. Contra ellos, mantengamos la lucha.

La lucha contra la represión continúa; fue ayer, hoy y siempre; no dejemos que algunos paracaidistas en el tema la conviertan en un absurdo slogan para beneficio de sus intereses particulares.